Ningún animal terrestre tiene una gestación tan larga como la del elefante. Nada menos que 22 meses permanecen en el vientre de la madre, por lo que no sorprende que nazcan con un metro de altura y pesando unos cien kilos. Si los cazadores furtivos se lo permiten, puede llegar a cumplir los 80 años. Algo improbable hoy en día, teniendo en cuenta que la alta demanda de marfil en Asia ha convertido a estos mamíferos en una presa muy codiciada. Tanto la población del elefante africano como del asiático ha descendido de manera alarmante en los últimos 60 años.
Hubo una época en la que entre tres y cinco millones de elefantes poblaban
buena parte del continente africano, extendiéndose desde la costa mediterránea
hasta el extremo sur. Corrían los años 30 y 40 del siglo XX. Pero el comercio
ilegal de piezas procedentes de este animal, sobre todo del marfil, ha sido la
principal causa que ha hecho que en la actualidad, sólo queden entre
470.000 y 690.000 ejemplares, según el último censo oficial que ha
llevado a cabo el grupo de especialistas de elefante africano de la Unión
Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En África hay dos subespecies de elefante, el de bosque y el de sabana. Este
último se distribuye en la parte oriental y meridional de África. La mayor parte
de los ejemplares se encuentran en Botsuana, Tanzania, Zimbabue, Kenya, Zambia y
Sudáfrica, donde se estima que hay 300.000 ejemplares. De ellos, de 133.000 se
concentran en Botsuana, el país en el que el Rey se
encontraba realizando un safari el pasado mes de abril cuando se rompió la
cadera, se permite su caza y cierto tipo de comercio con limitaciones. Lo mismo
ocurre en Namibia, Sudáfrica y Zimbabue. En estos cuatro países, el elefante se
encuentra en el apéndice II de Cites, el Convenio sobre el comercio
internacional de especies amenazadas de fauna y florasilvestres.
En el resto del continente su situación es más grave, por lo que está
catalogado en el anexo I del citado convenio.
A los machos les crecen los colmillos a los dos años, y alcanzan la madurez
hacia los 15 años. Los ejemplares adultos alcanzan varias toneladas de peso y
pueden llegar a medir tres metros de altura. Sólo su cerebro pesa llega a pesar
los 5 kilos.
Safaris de caza
La caza de elefantes atrae cada año a un buen número de cazadores
aficionados, que no dudan en pagar miles de euros por participar en uno de estos
safaris africanos. El precio
varía mucho según el organizador del safari, y depende también de las piezas
que se vayan a abatir y de su tamaño. En general, cazar un elefante supera los
20.000 euros, por lo que este tipo de actividades suponen una fuente de ingresos
para las maltrechas economías de estas economías.
Algunos gobiernos y organizaciones conservacionistas han puesto en marcha
proyectos para proteger al elefante, el mayor animal terrestre. La década de los
80 fue la más sangrienta para el elefante africano, que sufrió la caza
indiscriminada por parte de furtivos. Se calcula que hasta 100.000 elefantes
eran abatidos cada año, lo que provocó que en algunas regiones se perdiera el
80% de las manadas.
Juan Carlos del Olmo, secretario general de WWF España, afirma que, en
general, la situación tanto del elefante africano como la del asiático es muy
grave debido a la pérdida de su hábitat, a la caza furtiva y al comercio de
marfil. Y no sólo el elefante. "También la caza de tigres está repuntando de
forma extraordinaria sobre todo por la demanda asiática", afirma en conversación
telefónica. Algunos programas puestos en marcha han conseguido que la población
de elefantes repunte en ciertas zonas, como en Botsuana donde, según Del Olmo,
la situación en la actualidad "está razonablemente bien". Se calcula que
en Botsuana hay unos 133.000 elefantes Sin embargo, advierte que "si no
actuamos muy rápido vamos a ver como la población del centro de África y sobre
todo de Asia puede desaparecer".
El elefante asiático
El declive del elefante asiático sigue imparable. Los
conservacionistas calculan que en los últimos 60-75 años, su población se ha
reducido a la mitad. De los 100.000 ejemplares que se calcula que había a
principios de siglo XX se ha pasado a una cifra que oscila entre los
25.600 y 32.750 elefantes en la naturaleza. Además, sus poblaciones
están muy fragmentadas lo que disminuye las posibilidades de que sobrevivan. Se
trata de una única especie con varias subespecies.
El elefante asiático llegó a extenderse por una amplia zona,
que abarcaba desde las actuales Irak y Siria hasta China. Sin embargo, ahora
sólo quedan ejemplares en la zona comprendida entre la India y Vietnam, a los
que se suma una pequeña población en la provincia china de Yunnan.
En Asia la reconversión de áreas forestales con fines agrícolas ha
sido una fuente de conflictos entre el hombre y el elefante. De hecho,
se calcula que cada año hasta 300 personas mueren en la India a causa de los
elefantes salvajes.
A diferencia del africano, el elefante asiático se domesticó hace siglos y
es habitual que en la India ayuden al hombre en los trabajos
agrícolas. La tarea de domesticar a un elefante comienza desde que son
muy pequeños. Es frecuente que la misma persona que trabaja con él durante sus
primeros años de vida se convierta en su cuidador (una figura conocida como
'mahaut'), encargado de bañarle y darle de comer, y con el que establece una
relación de afecto.
Fuente:El Mundo.es
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