Rajoy debe nombrar un vicepresidente económico para decidir en lugar de él, que no entiende.
Mariano Rajoy
Dicen que una de las cualidades que caracterizan a nuestro presidente, Mariano Rajoy, es que deja que los conflictos se pudran hasta resolverse en lugar de tomar decisiones antes. Una cualidad muy peligrosa, que puede dinamitar los pocos progresos que lleva hechos su Gobierno durante los últimos meses. El problema con mayúsculas de la economía española en estos momentos se denomina banca. Se puede decir más alto, pero no más claro. S&P bajó esta semana dos peldaños la calificación de la deuda española por las dudas que existen sobre el sistema financiero. Se puede cargar contra las agencias de calificación y desacreditarlas, como ya hizo en su día Zapatero. Pero lo más prudente sería admitir el error y ponerse manos a la obra para enmendarlo.
España necesita cerrar las entidades que no puedan vivir por sí mismas o crear lo que los periodistas denominamos un banco malo que absorba buena parte de los inmuebles y del suelo que existe aún en el balance de nuestras antiguas cajas, porque el aumento de la mora amenaza con ahogarlas. El mes pasado, la morosidad del sector saltó la barrera del 8 por ciento, y las negras previsiones económicas para este año y el que viene amenazan con elevarla por encima del 10 por ciento. Un porcentaje jamás visto. Con el agravante de que la extensión de la morosidad está pasando desde el sector inmobiliario a las pequeñas y medianas empresas, que habían aguantado mejor hasta ahora. Si no se actúa pronto, la potencia destructiva del desempleo sobre el tejido industrial, como muestra la última EPA, agravará la morosidad y nos conducirá a una espiral recesiva muy complicada.
El Gobierno se equivoca en sus pronósticos. Pensó que la falta de crédito no iba a entorpecer el funcionamiento de nuestra economía porque la demanda había bajado de manera significativa en los últimos meses. Pero no es así. Esta vez, además, no se debe culpar al gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, sino a los ministros de Economía, Luis de Guindos, y de Hacienda, Cristóbal Montoro. Las disputas entre ambos tienen paralizada la actuación del Ejecutivo en temas clave como éste.
Luis de Guindos es el más convencido sobre la conveniencia de crear un banco malo, aunque quiere que sea el nuevo gobernador del Banco de España, probablemente Fernando Bécker, quien lo ponga en marcha. Se equivoca una vez más, porque no puede esperar hasta después del verano. No obstante, el más renuente es Montoro, porque sabe que, al final, la factura la abonará el consumidor y se traducirá en un incremento de la deuda. Rajoy se presentó a las elecciones con la promesa de que los ciudadanos no pagarían por los errores de la banca. Pero también prometió no subir los impuestos y los elevó al día siguiente, o no tocar el IVA y tendrá que subirlo.
La gran equivocación de Rajoy es no nombrar un vicepresidente económico de talla internacional que tome las decisiones en lugar de él, que no entiende de esto. Desgraciadamente, el presidente sigue la senda de Zapatero, cuando se puso al frente de la política económica nacional dando la espalda primero a Pedro Solbes y luego a Elena Salgado, con un resultado desastroso.
Rajoy intenta resolver la crisis con criterios políticos y el mercado demanda criterios estrictamente económicos. Fue un tremendo error retrasar los recortes sobre sanidad y educación, así como la presentación de los Presupuestos hasta después de las elecciones andaluzas. Perdimos un tiempo de oro que permitió a Italia adelantar a España y rebajar su prima de riesgo. Se volvió a equivocar al elevar las pensiones y mantener el sueldo de los funcionarios para cumplir sus promesas electorales, porque luego ha tenido que incrementar el copago sanitario para los pensionistas y el resto.
Erró al no subir el IVA, como demandan en Europa, porque ahora nadie entiende que paguemos los productos más baratos que el resto cuando en paralelo les pedimos dinero para salvar los muebles. Y se equivoca, por último, al pensar que los problemas del sector financiero se resolverán por sí mismos, mediante la concentración de las entidades financieras. Eso por no hablar del famoso desafío sobre el déficit.
Estamos ya en mayo y la mayoría de los recortes están por implementar, lo que alimenta la desconfianza internacional. Hoy en día ningún organismo nacional o internacional cree que podamos cumplir con el objetivo de déficit para este año ni para el que viene. Por último, corremos el riesgo de elaborar un Presupuesto para 2013 con una previsión de crecimiento optimista que nos devuelva al ostracismo.
Soy consciente de que el ritmo de reformas emprendido es endiablado y de que el Gobierno entero está ahora dispuesto a reformar lo que sea necesario, aunque pierda las próximas elecciones. Pero eso no basta. Hay que concentrarse en resolver lo importante y aligerar el paso en lugar de seguir dando palos de ciego. ¿Y encima pretenden que el BCE nos compre deuda sin hacer los deberes?
Fuente:El Economista.