CAMPANAZOS

viernes, 30 de diciembre de 2011

OSCURO FUTURO PARA EL INCIENSO

El incienso está condenado a desaparecer

Un equipo de investigadores de Etiopía y Países Bajos trae malas noticias sonbre el incienso: los árboles de los que se extrae están sufriendo una drástica disminución y de aquí al 2027 se prevé que su población se reduzca a la mitad.


Las malas noticias no acaban ahí. Los investigadores predicen que el número de árboles se podría reducir en un 90% en los próximos cincuenta años. Los posibles culpables de esta drástica disminución son los incendios, el pastoreo y los ataques de insectos. Los miembros del equipo del estudio advierten que, si no se toman medidas para controlar estos tres problemas, la producción de incienso se verá gravemente afectada. Los investigadores basan su teoría en un estudio de campo a gran escala, el primero en su género, dedicado a controlar la suerte que corren los árboles del género Boswellia, de los que se extrae el incienso.

El incienso se obtiene de diferentes especies de Boswellia, un árbol que crece en el Cuerno de África y la Península Arábiga. A pesar de que este incienso se comercializa en todo el mundo, y lleva haciéndolo mucho tiempo, existe poca información sobre las repercusiones que la extracción de la gomorresina tiene para estos árboles.

Coordinados por el Dr. Frans Bongers de la Universidad de Wageningen (Países Bajos), los investigadores evaluaron trece parcelas (cada una de dos hectáreas de superficie) en la parte noroeste de Etiopía. Los científicos valoraron árboles de los que se extraía incienso y árboles que no se explotaban.

Durante 24 meses, los integrantes del equipo observaron la supervivencia, el crecimiento y la producción de semillas de más de 6 000 ejemplares de árboles del género Boswellia, y recopilaron más de 20.000 mediciones individuales. A continuación, utilizaron estos datos para construir modelos demográficos que pudieran predecir la suerte que iban a correr las poblaciones de Boswellia en los próximos años.

Las perspectivas no son nada halagüeñas. Los resultados del estudio apuntan a una reducción significativa de la población de Boswellia que causará estragos en la producción de incienso en los próximos quince años.

“La gestión actual de las poblaciones de Boswellia es claramente insostenible”, subraya el Dr. Bongers. “Nuestros modelos muestran que en cincuenta años las poblaciones de Boswellia estarán diezmadas, y este descenso de la población significará que la producción de incienso está condenada. Este es un mensaje bastante alarmante para la industria del incienso y las organizaciones conservacionistas”, añade.

Uno de los hallazgos más importantes de este estudio radica en que la extracción de gomorresinas no es el único problema, sino sólo uno de los numerosos quebraderos de cabeza, porque los datos hacen pensar que otros factores también contribuyen al problema.

“Es poco probable que la extracción de incienso sea la principal causa de la disminución de la población, que es probable que se deba también a la quema, el pastoreo y los ataques del escarabajo de cuernos largos, que pone sus huevos bajo la corteza del árbol”, puntualiza el Dr. Bongers.

Tras analizar las trece parcelas del estudio, los investigadores descubrieron que las altas tasas de mortalidad de los árboles adultos, así como de los árboles más viejos, no eran reemplazadas, pues la tasa de supervivencia de las plántulas de Boswellia se ha reducido y se está convirtiendo en un problema para la sostenibilidad de las poblaciones de Boswellia.

“El elevado número de incendios y la intensidad del pastoreo en nuestra zona de estudio han aumentado en las últimas décadas como consecuencia del gran incremento en el número de cabezas de ganado, y ésta podría ser la razón por la cual las plántulas no llegan a convertirse en plantones”, aclara el Dr. Bongers. “Al mismo tiempo, una gran proporción de los árboles que hemos estudiado ha muerto tras ser atacada por el escarabajo de cuernos largos. Si queremos preservar las poblaciones de Boswellia, y la futura producción de incienso, será necesario introducir incentivos de gestión importantes y de largo alcance”, concluyó.

Fuente:Ecositio

jueves, 29 de diciembre de 2011

¿POR QUÉ EL AÑO EMPIEZA EL 1 DE ENERO?

La decisión de comenzar el año en enero tiene su origen en la antigua Roma, en el siglo II a.C., pero durante la Edad Media el inicio del año se celebraba en la Navidad, la Encarnación o la Pascua. La historia de nuestro calendario, el más usado del mundo, es el resultado de aproximaciones sucesivas del año civil al año astronómico que marca las estaciones.

Reloj astronómico de Praga

Un fundamento astronómico


El día y el año (tal y como está definido hoy) tienen su fundamento en el movimiento de la Tierra sobre sí misma y en torno al Sol. El día y el año son pues los ladrillos de un calendario solar. Sin embargo, el mes es una unidad basada en el movimiento de la Luna y forma la base de los calendarios lunares. La semana, una unidad intermedia muy conveniente para organizar los días de trabajo y de descanso, corresponde aproximadamente a una fase lunar.

El laberinto romano

Nuestro calendario actual es obviamente solar, pero sus orígenes se remontan al antiguo calendario romano que tenía un fundamento lunar. En la antigua Roma, varios siglos antes de nuestra era, el año era una sucesión de diez meses: Martius (dedicado a Marte), Aprilis (del latín aperire, abrir, por los brotes vegetales), Maius (por la diosa Maia), Junius (por Juno), Quintilis (el mes quinto), Sextilis (sexto), September (séptimo), October (octavo), November (noveno), y December (décimo).

El año comenzaba el primer día (calendas) de Marzo, bajo los auspicios del dios guerrero, pues esta era la fecha que marcaba el inicio de las campañas militares con la designación de los cónsules. Los meses comenzaban con la luna nueva, algo que era difícil de determinar observacionalmente (precisamente porque en esa fase la luna no es visible).

Además, como el año era mucho más corto de 365 días, su inicio iba cambiando de estación, lo que creaba inconvenientes en las campañas militares. Para evitar este problema, se intercalaban meses adicionales cada cierto tiempo. Esta situación se prestaba a un gran desorden. Los pontífices (encargados del calendario además de los puentes de Roma) alargaban y acortaban los años fraudulentamente, según su conveniencia, para prolongar la magistratura de sus amigos y reducir la de otros.

Numa Pompilius trató de acompasar el calendario romano a las estaciones añadiendo de manera permanente dos meses al final: Ianarius (dedicado a Jano, mes 11) y Februarius (de februare, purificación, mes 12).

A mediados del siglo II a.C., las campañas militares lejos de Roma (y concretamente en Hispania) requerían nombrar a los cónsules con suficiente antelación al comienzo de las actividades. En el año 153 a.C. se fijó el principio del año en el día 1 de Ianarus (en lugar del 1 de Martius), fecha en que se pasó a realizar el nombramiento de los cónsules, esto es, dos meses antes del comienzo de las campañas.

Gracias a los dos meses adicionales introducidos por Numa Pompilius, el año había pasado a tener unos 355 días, pero aún así era demasiado corto respecto del año de las estaciones. Ocasionalmente se introducía un decimotercer mes, algo también propicio a manipulaciones por intereses políticos o económicos. En el año 46 a.C. el año del calendario se encontraba desfasado unos tres meses respecto de las estaciones y seguía reinando el desorden.

César bien asesorado

Fue Julio César (102 – 44 a.C.) quien en el 45 a.C. (año 708 de Roma) decidió realizar una reforma definitiva del calendario. Encargó el trabajo al prestigioso astrónomo griego Sosígenes que estaba establecido en Alejandría. Sosígenes se despreocupó de la Luna y ajustó la duración de los meses para fijar la duración total del año en 365,25 días por término medio, es decir, unos 11 minutos más cortos que el año trópico (el de las estaciones, que dura 365,2422 días), transformando así el calendario de lunar a solar. Como resultaba conveniente que el año tuviese un número entero de días, se fijó el año ordinario en 365 días (como el de los egipcios) y para que no se acumulase un decalaje con las estaciones se decidió intercalar un día extra cada cuatro años.

Posteriormente, el mes Quintilus fue renombrado Julius (en honor de Julio César) y el Sextius pasó a llamarse Augustus (por Augusto) pero, por inercia del lenguaje, September, October, November y December han conservado unos nombres que hoy nos resultan aparentemente absurdos y que son, obviamente, inadecuados.

Calendario Gregoriano,Unión Soviética,1930

Reticencias con Enero

Este calendario, denominado juliano en memoria de Julio César, permaneció válido durante más de dieciséis siglos. Pero durante muchos de estos siglos, los católicos se resistieron a celebrar el principio del año en un mes dedicado a una deidad pagana.

En la Edad Media, diferentes pueblos de Europa tenían por costumbre celebrar el principio del año en fechas de significado religioso. Dependiendo del estado europeo, se utilizaba el ‘estilo’ de la Navidad (el año comenzaba el 25 de diciembre), el de la Encarnación (25 de marzo), o el de la Pascua (¡con el año comenzando en fecha variable!). Y en algunos de los estados se cambiaba a veces. Por ejemplo, en Aragón se utilizó el estilo de la Encarnación hasta 1350, y entonces se cambió al de la Navidad que permaneció hasta principios del XVII. En pocos estados (por ejemplo Polonia, desde 1364) se utilizó el estilo de la Circuncisión, con el año comenzando el 1 de enero.

El inicio del año el 1 de enero se hizo obligatorio en muchos estados europeos a partir del siglo XVI. Se impuso en Alemania mediante un edicto hacia 1500; Carlos IX lo decretó en 1564 en Francia y entró en funcionamiento en 1567; en España se generalizó hacia el siglo XVII (en el XVIII en Cataluña), y en Inglaterra hubo que esperar hasta 1752.

Del juliano al gregoriano

Con el transcurso de los siglos, los 11 minutos de diferencia en la duración del año juliano y del trópico, generaron una deriva muy significativa. A finales del siglo XVI, a pesar de la corrección introducida en el concilio de Nicea (año 325 d.C.), el equinoccio de primavera (muy importante para la Iglesia, pues determina la fecha de la Pascua) caía hacia el 11 de Marzo, es decir, 10 días antes de la fecha que la Iglesia le había impuesto en Nicea. Esta situación llevó al papa Gregorio XIII a realizar una importante reforma en 1582, año al que recortó 10 días.

En el excelente calendario resultante, denominado gregoriano, vigente hasta hoy, el año tiene una duración media de 365,2425 días. Pero aún contiene diferencias significativas respecto del año astronómico (el año gregoriano dura 26 segundos más que el trópico) y aún conserva numerosas curiosidades y elementos peculiares. Por ejemplo, sigue conteniendo años bisiestos (entre los que se encuentra el 2012), pero se suprimieron los años seculares de entre tales bisiestos (salvo aquellos que son divisibles por 400).

Fuente: El Mundo

martes, 27 de diciembre de 2011

LA NAVIDAD PIERDE SIGNIFICADO RELIGIOSO


¿Qué le queda de religioso a la Navidad?


Para la mayoría, la Navidad ha perdido buena parte de su vínculo con la religión. Especialmente entre los jóvenes: para el 72% de ellos estas fiestas tienen ya poco o ningún significado religioso. Es destacable que casi la mitad de los jóvenes —el 45%— vean estas fiestas de forma totalmente desacralizada, mientras que entre los mayores de 55 años quienes piensan así apenas llegan al 16%.

Esta es una pieza más de lo que Aranguren llamaba la “transición religiosa” y que, desde mediados de la década de los noventa, viene situando a la sociedad española en niveles de religiosidad similares a la media europea. Así, para la gran mayoría de los jóvenes (84%) estos son días, más bien, de diversión, cenas y reuniones con amigos. La mayoría saldrá de fiesta (el 65% lo hará la noche de fin de año). Lo religioso queda en un alejado segundo plano, si es que queda: apenas son un 15% los jóvenes que asistirán a la tradicional misa del gallo y un 9% quienes aseguran que estas fechas guardan para ellos un gran significado religioso.

La consideración poco religiosa de la Navidad está en consonancia con el hecho de que un 62% se define como poco o nada religioso, cifra que aumenta hasta el 76% entre los jóvenes que tienen entre 18 y 34 años. Si el futuro es de los jóvenes, la Navidad será cada vez más una fiesta del encuentro y menos una celebración religiosa.


Fuente:El País.

domingo, 25 de diciembre de 2011

¿POR QUE NOS GUSTA LA MUSICA?

La raíces científicas del placer por la música

¿Por qué nos gusta la música?'. Esta es la pregunta la escritora italiana Silvia Bencivelle, periodista científica de profesión, se hizo un día, quizás mientras escuchaba cantar villancicos a un grupo de niños, y a la que ha tratado de dar respuesta en su ultimo libro.



Bencivelle, que trabaja en la televisión pública en su país, no ha encontrado una fácil y única respuesta al hecho evidente de que los seres humanos tenemos un cerebro musical, capaz no sólo de disfrutar de las notas, sino también de generar obras maravillosas y distintas a lo largo de siglos de historia.

Con un lenguaje claro, y en ocasiones incluso divertido, la autora busca los orígenes de nuestra musicalidad más allá de nuestra especie, pues recuerda el canto armonioso de muchas aves e incluso que los monos son capaces de distinguir las octavas en la escala diatónica, que es la que se usa normalmente en Occidente. Otros experimentos han demostrado que determinadas músicas (como Vivaldi) tranquilizan a los animales, mientras que también las hay (Metallica, por ejemplo) que los alteran totalmente.

En este recorrido por la atracción por la música, Bencivelli recuerda que ya Darwin pensaba que nuestros antepasados utilizaban la música para el cortejo, algo que aún no se sabe con certeza. También hay investigadores que atribuyen su atracción, al arrullo que las madres hacen a sus bebés para tranquilizarles, que podría existir desde los inicios de la especie humana.

Una flauta del Paleolítico



Hasta ahora, la prueba más antigua de un objeto musical es la flauta hecha con un hueso de animal en los montes de Suabia, datada hace unos 37.000 años, un momento en el que los neandertales convivían con los 'Homo sapiens' en Europa.

Sin embargo, para hacer ritmos y música, como bien apunta Bencivelli, no se precisan instrumentos. Basta la voz y las palmas, basta golpear el suelo con los pies o entrechocar dos piedras, o dos palos, para que al final pueda repetirse un ritmo que se va metiendo en ese cerebro musical. En otras palabras, su origen podría ser mucho más antiguo.

El hecho de que esee ritmo atraiga tanto puede deberse, como indican algunos estudios, a que éste fue el paso previo a la aparición de un lenguaje hablado; o porque, como defendía Darwin, facilitaba la selección sexual; o quizás porque favorecía la cohesión social de los grupos.

La ciencia también se ha demostrado que las notas musicales son el vehículo en el que viajan las emociones, algo que se repite en todas las culturas y en las formas más diversas.

Con todo, Bencivelli reconoce que la razón última de por qué nos da tanto placer inmediato, aún es un misterio pendiente de descubrir, si bien el acercamiento de su ensayo, en el que tienen cabida infinidad de enfoques científicos, ofrece unas interesantes pistas que ayudan a conocernos un poco mejor.

Fuente:El País